Cuando el incauto o incauta a quien hemos dedicado nuestras más amorosas fantasías y entregado el corazón como dicen los poetas, nos miente, ya sean desde mentirijillas absurdas hasta cuernos garrafales, experimentamos de manera literal un juego químico donde se interrumpe la producción de muchas sustancias neurotransmisoras que nos mantenían en el dopamiento enamorado o bien en la seguridad y sensación de pertenencia que una relación larga te proveía. De hecho la sensación física proviene del síndrome de abstinencia de dichas sustancias. Y viene el cuas emocional.
En esta parte, hay un amiguito que se pasa el día picoteándote la cresta con un alfiler de doble punta: el EGO. Mr. Ego, coadyuva enormemente. Porque aunque tus amigos te digan que tu pareja es una malagradecida, que no te merece, que no te valoró, claro, por Dios, “Si tú eres, guap@, inteligente, exitos@ y blá”, ¿porqué lo hizo? .
Pero, aunque tú proclames a los cuatro puntos cardinales que ‘en ti no quedó’, Mr. Ego te dirá que no fuiste suficiente, que algo no pudiste llenar, satisfacer, cumplir. En el caso del cuerno, esa tercera persona (léase el cuerno), recrudece el efecto. Porque algo en ella/él -pese a que de acuerdo a las opiniones externas esté por debajo de ti y tus capacidades- llamó más a tu pareja. Dio novedad, le refrescó la vida o o vete tú a saber.
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