Este es uno de los días del año en el que BANANAS pierde su máscara de frivolidad. Recuerdo algunas polémicas bastante subidas de tono en tiempos pretéritos de BANANAS EN LA CAMA, cuando los bananeros peninsulares manifestaban su ofensa ante nuestros comentarios acerca de las atrocidades perpetradas por los conquistadores europeos. Vano era insistir en que no era nuestra intención endilgarles a los europeos del siglo XXI los delitos cometidos por sus ancestros de antaño y siempre salía a relucir el hecho de que los pueblos originarios de entonces no eran tampoco santos que vivían en celestial armonía con sus prójimos y etc., etc. Vano era responder que no se trataba de establecer que la después llamada América fuera el paraíso terrenal sino un territorio habitado por personas que tenían derecho a vivir de acuerdo a sus ideas y costumbres.
En los años sucesivos (y en gran parte gracias a esas discusiones primigenias), tomé el hábito de interiorizarme acerca de las culturas que habitaban nuestro continente antes de la llegada de los europeos. En particular (y por razones obvias) en las cuestiones de género y diversidad sexual. A lo largo de estos años, transcribí algunas obras relativas al tema que ponían negro sobre blanco en lo referente a la verdadera conducta de los invasores conquistadores, haciendo hincapié en el trato que se le dio a la homosexualidad vernácula.
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