martes, 27 de noviembre de 2012

Desde "La banana caníbal"

ELIAS O LA SOMBRA DEL AMOR

¿Qué quieren que les diga? A mí me gusta coger más que nada en la vida. Muchos de los que me conocen admiran y elogian mi modo de escribir y tienen fundamentos para hacerlo (ya sé: está mal que yo lo diga). Sin embargo, puedo asegurarles (a ellos y a ustedes, aunque a más de uno entre ellos les consta fehacientemente) que en la cama soy mejor. Y digo "en la cama" como una frase hecha porque tampoco es cuestión de limitarse a lo rutinario. Si de sexo se trata, soy bueno más allá de las formas. Y no lo digo para hacerme publicidad. Al fin de cuentas, ninguno de los que lean estas líneas ha de contratar jamás mis servicios. Simplemente lo digo porque es así.

La otra noche me lo decía Elías, un cliente vasco que me llama cada vez que viene a Buenos Aires. ¡Juas! Es funcionario de la UNESCO y como tal es amante de los pendejos. Claro que no al punto de ser pedófilo, pero hasta que me conoció a mí siempre anduvo al borde de lo legal. El tipo paga generosamente en euros y hace excelentes regalos. Pero más allá de nuestra relación comercial es un sujeto querible. Ya tiene cincuenta y dos pero les juro que no los representa. Cualquiera le da menos de cuarenta. Es metódico con las comidas, hace mucho ejercicio, no fuma, casi no bebe... será por eso que su piel siempre huele rico. Y tiene un acentito gaita que me vuelve loco...

- Joder, chaval. Tú tienes el don -me decía-. Entregas todo y disfrutas lo que haces. Y juntos somos la combinación perfecta. Y es muy cierto. A él le gusta el sexo calmo. Nada de violencias ni brusquedades. Y se le da por decirme cosas bonitas mientras se la chupo. Lenta y largamente. Pasándole la lengua con extrema suavidad desde la base hasta la punta. Una y otra vez. Todo alrededor. Luego abro bien grande la boca y me trago su pene sin tocarlo con los labios. Solo hasta que el glande roce mi garganta. Entonces, cierro la boca y presiono el tronco con delicadeza al tiempo que mi lengua, juguetona en la completa oscuridad, lo obliga con dulzura a gemir más palabras bonitas. Siempre he dicho que (de haber nacido otro) Elías hubiera sido mi hombre perfecto. Pero nací como nací y no creo que la pareja estable se acomode a mi manera de ser. Así estamos bien.

Pocos meses después de conocernos, en el segundo o tercero de sus viajes a Argentina, me invitó a viajar a España con él. Obvio que acepté y estuve allí casi dos meses. Hasta el día en que llegó con una propuesta inesperada. Era pasado el mediodía y me despertó con un desayuno magistral. Me sentí su rey. - ¡Ala, niño! Que te tengo que mostrar un sitio. A ver si te gusta. Por más que insistí una y otra vez, no pude sonsacarle de qué se trataba la sorpresa. Tomé mi café, bebí mi jugo de naranjas, comí mis tostadas con jalea y, luego de una ducha y unos mimos, salimos los dos en el auto en busca de ese lugar tan misterioso.

Madrid era un paraíso de tan soleado y luminoso. Elías me miraba y sonreía. Y su sonrisa me hacía bien. No me puedo quejar porque mi existencia ha estado bastante exenta de sinsabores, pero si me pidieran que elija el momento más feliz que he vivido, sin dudas elegiría aquel en el que íbamos los dos en el coche, él sonriendo y yo también.

Para leer el post completo VISITA LA BANANA CANIBAL

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