viernes, 23 de noviembre de 2012

Desde "Tiempo de curar"

Cuando éramos felices (sin saberlo)/ When We Were Happy (Not Knowing It)

El tiempo pasa. Se deshace en miles de partículas que no pesan nada por separado, pero que todas juntas nos arrugan el rostro, nos atrofian las articulaciones y nos quitan el ánimo de pensar en el futuro.

El tiempo deja de tener importancia cuando vivimos. Cuando las arterias brotan con pulso y cada pensamiento es un riesgo y una aventura, un ideal y una posibilidad.

Y el tiempo deja de importar cuando sólo nos queda recordar.

Quisimos hacer del amor un premio, una presea que se desea, por la que se lucha y que se obtiene. Pero qué elusivo es el amor. Se escapa de nuestras manos, se derrama por los hombros y llega al suelo, brotando de nosotros y enredándose con los demás.

Y el corazón era nuestro aliado, y los sueños, y la desmesura de quien lo posee todo (o cree tenerlo). No había sed que no se apagase ni noche que no estuviese bordada de ganas y de estrellas. Las palabras salían cual manantial y bebíamos de todo aquello, del sudor y de las lágrimas, hasta quedar saciados.

Cada día era un cuento nuevo; cada oportunidad, una invitación a lo imposible. No sabíamos que, al buscar el amor, era amor; ignorábamos que desearlo era poseerlo, y tenerlo, perderlo. Cada encuentro era una historia infinita, la música sonaba y la banda sonora de nuestra vida se engarzaba en nuestras pieles y quedaba grabada a fuego en la memoria. Como el tacto de la piel y el sabor aún no ajado de la esperanza.

Eso era amor. Eso era libertad. Eso era tiempo en estado presente. Y eso era felicidad.

No sé si me he dado cuenta tarde. El tiempo ha pasado y ese período congelado parece resquebrajarse ahora que me acerco a él. Y hasta parece que toco su esencia y respiro el aroma que escapa de esa imagen que anhelábamos inconmensurable y que era preciosa, única y perfecta en aquel momento, entre nuestros brazos, entre nuestras risas y entre los besos que dejamos de darnos y las palabras que no nos dijimos y el silencio que a veces nos embargaba y la dejadez también y el rumor del viento.

Eso era amor. Eso era verdad. Eso era tiempo en movimiento.

Cuando éramos felices nada importaba salvo el momento, las palabras, los gestos. Cuando éramos felices no sabíamos que lo estábamos siendo, y mucho se perdió por ese desconocimiento. Y por nuestras ansias equivocadas ahora, o por nuestra necedad, que quizá viene a ser lo mismo.

Cuando éramos felices sin saberlo, el mundo fluía: en nuestras manos, en nuestro pecho y en nuestra inconsciencia. Y aquello era amor. Y era libertad. Y era vida en movimiento.

Y era la pura felicidad.

VISITA TIEMPO DE CURAR

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