Me he equivocado tantas veces… Creo que he perdido la cuenta.
Podría quizá recordar la primera vez que me rompieron el corazón. Estaba sentado y así me quedé. Sólo que solo. Así de repente. No me lo esperaba. Eso no se prevé, creo. Puede que haya algunas señales que se pasan por alto porque el corazón se ciega y la razón se nubla y la ternura de la primera vez y el miedo de la primera vez se mezclan con lo que creemos que es amor y que puede ser muchas más cosas además de amor.
El amor es huidizo.
Hubo una vez que lo fingí. Estaba tan cansado de ser abandonado que me hice el ofendido. Y resultó tan convincente el teatro que se fue ese mismo día sin despedirse. Qué cosas. Tanto que, cuando me di cuenta, estaba otra vez solo. Y con el terror que nos da a veces la casa vacía, la cama hecha un ovillo de nada y unos calcetines olvidados en el suelo y la última huella de un beso en la mejilla.
El amor es tragicómico.
Me sentí mal cuando me llegó el turno. Era bello y delicado como una flor. Digno de ser expuesto y admirado, pero tan tranquilo que me dejaba sin sentido. Pretendía quererlo, y quizá hasta algo de cariño le tenía, con su mirada dulce y sus gestos coquetos y suaves. El desayuno en el cuenco de esas manos pálidas y los besos cortos y la piel tibia apenas sin roce. Fue un hiato, un paréntesis de ceguera en un mundo sin luz.
El amor es sucio y a veces cruel.
Demasiadas veces he visto rupturas que parecían imposibles, apagados fuegos que parecían eternos. Él y yo éramos así. No podíamos decirnos adiós sin más y alargamos al infinito una despedida que necesitábamos como un milagro. Había demasiado cariño, demasiada camaradería; éramos dos amigos que se rozaban y quizá hasta se querían. La pasión era intensa pero inestable, por lo demás llena de drama, calurosa como un día de verano y pegajosa también y cansina. Y llegó el día y un agujero de pared apareció en mi corazón y aún hoy, tanto tiempo después, noto un bultito en el pecho que se hunde si lo toco y me hace llorar.
El amor es eterno. Hasta que se termina.
Tenemos necesidades, dibujamos ideas, soñamos ideales… Y siempre tropezamos con la piedra de la realidad.
Y es que el amor es real, demasiado real. Y por eso hace daño. Y por eso nos lleva hasta la estratosfera y por eso nos engaña y por eso es cruel y tragicómico y maravilloso y alocado e huidizo y lleno de polvo.
Eso es lo que siento por ti. Por fin. De verdad.
El amor es lo que siento por ti. Ahora sí. Y nada más.
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