No quería ser un monstruo. Esa fue la razón que llevó a Nathan Verhelst, un transexual de 44 años nacido como Nancy, a solicitar que los médicos le quitaran la vida en Bélgica, por no haber podido cristalizar su deseo de cambiar de sexo a pesar de haberse sometido a dos operaciones de reconstrucción de sus genitales.
Y eso fue lo que le concedió un juez, bajo el argumento de “un sufrimiento físico insoportable”, amparado en la legislación que permite la eutanasia en ese país.
La inyección letal se le administró el 30 de septiembre pasado.
Hacía más de un año que la había solicitado. Aunque los detalles son escasos -en parte debido a los acuerdos de confidencialidad entre doctores y pacientes- el origen de tal sufrimiento fueron los profundos efectos físicos y psicológicos que le dejaron las cirugías, según conoció BBC Mundo.
La eutanasia está despenalizada desde 2002 en Bélgica, uno de los únicos tres países en Europa, junto con Holanda y Luxemburgo, donde el procedimiento es legal.
Sin embargo, es la primera vez que se aplica en el caso de una persona transexual por los efectos derivados de intervenciones quirúrgicas para obtener una nueva identidad sexual, según le dijo a BBC Mundo Jacqueline Herremans, miembro del Comité Federal de Evaluación y Control de Eutanasia de Bélgica.
LA HISTORIA
Nathan Verhelst había nacido mujer en un hogar con otros dos hermanos varones, en la pequeña ciudad de Sint-Niklaas de la región flamenca de Bélgica.
En 2009 comenzó su terapia hormonal para el cambio de sexo y finalmente se sometió a dos cirugías en 2012: una mastectomía y una reconstrucción genital para tener un pene.
En una entrevista que Verhelst concedió al periódico belga Het Laatste Nieuwshoras antes de morir, dijo que se sentía “asqueado” con los cambios en su cuerpo, que lo hacían sentirse un “monstruo”.
Contó, además, que nació como “la niña a la que nadie quería”, que sus hermanos fueron bien aceptados por su madre, pero que a Nancy solo “la toleraba” y la hacía dormir en un cuarto de almacenaje sobre el garaje de su casa.
Tras la eutanasia, la madre de Verhelst, que no fue identificada con su nombre, dijo al mismo diario que el nacimiento de Nancy como niña la decepcionó. “Era tan fea…Tuve un parto fantasma. Su muerte no me molesta. No siento tristeza, ni dudas ni remordimiento. Nunca tuvimos un vínculo”.
Citado por el diario británico The Telegraph, el médico a quien se atribuye haber ejecutado la eutanasia, Wim Distelmans, explicó que “el insoportable e incurable sufrimiento” llevó a su paciente a hacer esta elección.
“Para la eutanasia, un sufrimiento insoportable puede ser físico y psicológico. Este caso claramente cumplía con las condiciones que exige la ley. Nathan se sometió a tratamiento psicológico por seis meses”, señaló.
Distelmans no respondió a la solicitud de una entrevista con BBC Mundo. En su despacho comentaron que no estaba disponible para dar más contestación a “los numerosos mensajes y llamadas que ha recibido”.
Jacqueline Herremans, del Comité Federal de Evaluación y Control de la Eutanasia de Bélgica, le dijo a BBC Mundo que la noticia del caso Verhelst la tomó por sorpresa. Por mandato legal, para que la eutanasia sea aplicable en Bélgica, debe haber una enfermedad o una condición que produzca un daño físico o mental, explicó.
Herremans decidió averiguar de primera mano con el propio Distelmans, y supo por el médico que las operaciones de cambio de sexo habían dejado también a Nathan secuelas físicas que impedían a su cuerpo cumplir funciones fisiológicas básicas.
“La cirugía (de reconstrucción de los genitales) fue un desastre y afectó funciones vitales. Su calidad de vida mermó considerablemente. Se trata de una operación muy delicada con la que tienes que ser muy preciso, o puede ser más dañina que beneficiosa”, comentó con cautela a BBC Mundo.
Según el procedimiento, una vez que el médico aceptó aplicar la eutansia, debió consultar la opinión de un segundo médico y, dado que la muerte no se daría inmediatamente, también la de un tercero.
El segundo y el tercero son psiquiatras, según Herremans.
LA PARTIDA
El 4 de septiembre de 2012, Nathan Verhelst escribió en su perfil de Facebook, sobre su cambio de sexo: “Qué lástima que la gente te dé la espalda si escoges convertirte en la persona que por años llevaste dentro. Si un hombre necesita cambiar por un asunto de género más allá de lo que se ve afuera (…) es una decisión de vida o muerte (…) Qué lástima que la gente me sigue decepcionando”.
En las fotos de este año ya no parece haber restos de Nancy en el cuerpo de Nathan, vestido de traje en varias de ellas. En la última imagen colgada en su perfil, del 22 de julio, está sentado en la playa, mirando en la distancia, el gesto tosco, la cabeza rapada, el torso descubierto, el pecho tapado por su brazo tatuado y otro tatuaje sobre el que antes había sido su seno izquierdo.
En los comentarios de las fotos hay halagos por su nuevo aspecto.
Herremans comentó que a pesar de la nula relación con su familia, Nathan no estuvo solo al momento de la muerte asistida. Además del equipo médico, estuvieron amigos. Y el día antes hicieron una despedida en un jardín, a la que también invitaron a periodistas.
Suele haber rituales así la víspera de la eutanasia, cuenta la abogado, para preparar al paciente y a los dolientes para la partida, señaló Herremans.
La mayoría de los casos de eutanasia, según los datos del comité, han ocurrido en casa (52%).
La muerte puede ocurrir en no más de dos minutos, explicó Herremans, por una inyección letal con efecto de anestesia o una poción de barbitúricos.
Según medios locales, la de Nathan Verhelst tuvo lugar en el hospital y se efectuó por inyección letal.